Jhon Alejandro Gallego, un soñador parado en la raya

Foto/ Suministrada

Ya han pasado 14 años desde que Jhon Alejandro Gallego empezó en el arbitraje caldense, proceso que hoy tiene sus frutos  debido a que es uno de los siete árbitros de línea del país con escarapela FIFA. Ha estado como asistente en 149 encuentros del fútbol colombiano en la primera categoría y ha hecho presencia en cinco de Copa Sudamericana, además uno de Libertadores. 

Nació en Manizales en febrero de 1989, sin embargo él dice que es neirano de corazón porque es allí donde radica su familia y fue el sitio en el que se crío. Es el hijo mayor de María Arango y Aldemar Gallego, pareja de la zona rural de este municipio caldense. Igualmente tiene una hermana dos años menor, llamada Daniela. 

“Somos de la vereda La Esperanza que queda a media hora o 45 minutos de la cabecera municipal. Nací en la capital caldense por temas de salud a la hora del parto para mi mamá, pero me considero de Neira, allá me formé y ahí mismo siguen viviendo mis padres”, explicó Jhon Alejandro Gallego. 

Entrada al mundo deportivo

El encargado de incentivarlo al deporte fue más que todo su padre, quien era un apasionado por el fútbol amateur y le gustaba jugar de lateral derecho en los torneos interveredales o los que se hacían en el sector del Kilómetro 41. Alejandro, como le gusta que lo llamen, no lo vio jugar pero recuerda las historias que su padre le contaba cuando era niño. 

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La cancha de fútbol 7 de La Esperanza fue la encargada de ver los primeros pasos en el fútbol de este caldense, quien acepta que no era muy bueno con el balón en los pies. Igualmente, una monareta amarilla que le dio su padre a los 10 años, le hizo coger más cariño a la actividad física. 

“Eso sí era un verdadero potrero en el que jugábamos, pero como niños nos divertíamos en ese terreno, por lo menos ahora ya está un poco más organizada la cancha. Tuve bicicleta como medio de transporte para ir a la escuela, no veía eso como deporte, sino como necesidad, aunque me acuerdo que de ella no me despegaba nadie”, aclaró. 

Primer silbato 

Fue personero del colegio rural Llanogrande y el encargado de realizar el torneo interclases de microfútbol en la institución. Como no era de los que se destacaba en el deporte, sus compañeros lo ponían de suplente en los partidos y eso a él no le agradaba mucho. 

Un día el profesor de educación física, quien era el encargado de arbitrar los juegos en los descansos, no fue y como opción para reemplazarlo los estudiantes le pidieron el favor a Jhon Alejandro Gallego, quien cogió por primera vez un silbato y dirigió el encuentro. 

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“Recuerdo que me dijeron que me metiera a pitar y yo les dije que yo no sabía, pero me insistían que si conocía  del deporte debía saber hacerlo. Ya no quería estar más sentado, entonces decía que yo iba a meterme a la cancha así fuera a arbitrar. Me fue bien y desde ahí me empezaron a llamar a torneos, además me pagaban” contó entre risas. 

En la vereda el Yunque fue la primera vez que recibió plata por estar de árbitro en un partido de fútbol de salón, le pagaron $3 mil pesos, que utilizó para comprarle un neumático nuevo a la bicicleta. Desde ahí siguió pitando micro y fútbol 7, a pesar de que pensara que estar en su lugar era muy duro por el mal trato que podía recibir. 

Llegada a Manizales

La prioridad al terminar el colegio siempre fue seguir estudiando, por eso la capital del departamento de Caldas era la mejor opción para un joven de 17 años que venía de una zona veredal. La familia y los mismos profesores del colegio fueron los primeros en opinar negativamente de esta decisión. 

“Yo entiendo el pensamiento que tenían mis padres en ese momento porque la visión de una universidad nunca fue cercana. Además en el colegio nos decían que era mejor entrar a la policía o ponernos a trabajar. Siempre tuve claro lo que quería y esperaba ser el primer estudiante con carrera profesional de mi institución”, expresó. 

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Las cosas grandes se deben luchar y eso lo entendió Jhon Alejandro, quien llegó a vivir con unos tíos para luchar por sus sueños. Hizo un técnico en Administración Judicial, que hizo que llegara al colegio de árbitros de Caldas. Estudió en el Sena mantenimiento de computadores y tuvo que presentarse tres veces a la U. Nacional para Administración de Empresas, carrera que terminó en 2015. 

Decisión de ser árbitro

En una de las clases de Administración Judicial, había un profesor que le cambió la vida en dos ocasiones a Alejandro, sin que él fuera muy consciente de eso. La primera, fue en la elección de la carrera, puesto que Gallego quería estudiar Derecho, pero con unas declaraciones del docente cambió la decisión, y la segunda en lo deportivo. 

“Ese profesor me dejó un dilema ético que no comparto, porque no sería capaz de defender a cualquier persona, por eso tomé la decisión de no estudiar Jurisprudencia. Luego, viendo televisión estaban en Junios vs América y lo vi de árbitro a él, yo no tenía idea, entonces al otro día en clase le pregunté y me dijo que sí, además me dio las indicaciones para ingresar al colegio de Caldas”, recordó. 

Con 17 años llevó la hoja de vida a la Liga de Fútbol, al otro día lo llamaron para empezar un curso de cuatro meses y los entrenamientos físicos. Al principio le costó adaptarse pero era algo que quería por la experiencia que había vivido en Neira y no pensó que sería tan complicado. 

El primer partido que le dieron fue de la categoría Baby C entre Semenor y Dimare, le fue bien, le mandaron un veedor que al final del encuentro le hizo algunas correcciones. Sin embargo, las complicaciones empezaron cuando le dieron juegos de las categorías en los que se pitaba fuera de lugar. 

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“Cuando empecé pensaba que no era lo mío sobre todo por los papás, en esas categorías es muy difícil pitar por el tipo de barras que hay. Además yo nunca había estado en encuentros con fuera de lugar, conocía la regla y todo, pero es que el arbitraje se aprende es en la cancha. Otra cosa que me costó mucho fue la posición en el terreno, me pegaban balonazos, me chocaba con los niños”, confesó.

Ascenso

Estuvo dirigiendo partidos en las categorías menores durante dos años, luego pasó a la primera C, a ser colegiado de los torneos tradicionales de la ciudad. Acepta que cada uno de los campeonatos tiene su especialidad y que hay que llegar con una disposición diferente para los juegos. 

En La Patria se pueden promocionar los árbitros por el nivel y cubrimiento periodístico, en Villamaría es parecido al anterior pero con más experiencia en los jugadores, Reyes Magos es el tradicional de la ciudad, lo que lo hace un medidor de aceite. Además, Asunción es de choque y fuerza en un entorno pesado. Como todo referee Alejandro ha tenido sus historias de sustos que ha pasado. 

“Una fue en La Enea en una final Infantil entre Licorera y Once Caldas, era un clásico con mucha historia. Los padres estaban bebiendo en las gradas, cuando terminó el partido vino uno borracho a pegarme, lo evité y mi reacción fue sacar el pie y el señor se cayó. Cuando vi, se vino toda esa tribuna y yo salí a correr para que no me cogieran. La otra fue en la auxiliar que me sacaron cuchillo, pero el vigilante de la Liga de Patinaje me salvó porque sacó una peinilla y los espantó”, relató. 

En esas categorías era árbitro central y también de línea, puesto que en el colegio arbitral los enseñan a ser toderos. Sin embargo, llegó el punto en el que le tocó tomar una decisión para definir el futuro en esta disciplina. 

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Primera B

En 2010 se abrió un cupo como asistente de línea en el fútbol de ascenso, el instructor arbitral le contó de la posibilidad que había y le preguntó que él qué quería, si ser línea para empezar de una vez o ser central, para esperar más en el proceso. Jhon Alejandro lo meditó y aceptó esa posibilidad. 

“A uno lo van llevando en esa toma de decisiones, conmigo fueron directos y pues yo me sentía bien en la línea, además había mucha competencia para ser central. Debuté en un partido en Buenaventura entre Pacífico y Valledupar, con Edwin Gómez de Caldas como central y ahí me quedé”, especificó. 

Estuvo en la segunda categoría del fútbol profesional colombiano durante cuatro años, en los que asistió 89 partidos del torneo de ascenso y 50 de la copa Colombia. Le tocó estar en la final de la B del 2013 entre Uniautónoma y Unión Magdalena. 

Primera Categoría

El paso a la liga profesional se le dio un jueves santo del 2014 en Bogotá, le dieron el partido de Santa Fe y el recién ascendido Uniautónoma, estuvo como asistente dos acompañando a Hervin Otero y Luzmila González. Desde ahí ha hecho presencia en 149 partidos, el último fue Alianza Petrolera vs Patriotas el 3 de noviembre. 

“Para mantenerse en esta profesión es necesario recordar de dónde venimos, por eso se ven los árbitros con recorrido pitando los torneos locales, es que muy pronto estaremos otra vez en Reyes Magos o Asunción. Eso nos sirve mucho porque nos da ritmo y no hay que olvidar que somos producto del fútbol aficionado”, agregó. 

Le ha tocado arbitrar en dos finales, ambas en el 2018, entre Tolima y Nacional, además Medellín vs Junior. Igualmente en dos semifinales. En ese 2018 fue escogido como mejor árbitro de Caldas en los premios ACORD. 

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Sueños y metas

Cuando pitaba en la cancha de La Esperanza, nunca se imaginó que hoy tendría una escarapela FIFA, que lo acredita como árbitro internacional. Hay siete cupos para siete ternas en Colombia y Alejandro es uno de los escogidos desde el 2019. Lleva cerca de dos años y ha estado en Libertadores, Sudamericana, Juegos Panamaericanos, Sudamericanos Sub-15 y Sub-17 y Libertadores Sub-20. 

“Yo no me lo creía, el esfuerzo ha sido mucho para llegar hasta acá y si no soñamos no somos nadie en la vida, por eso me veo dirigiendo una final de un mundial, sé que todo es un proceso pero vamos bien encaminados y vendrán muchos torneos internacionales”, concluyó. 

Ahora se especifica cada vez más en el VAR, herramienta que le gusta mucho para el deporte. Junto con su pareja Jimena González están esperando el primer hijo que nacerá en marzo. Es especialista en Gerencia del Talento Humano y está culminando la maestría, porque quiere seguir siendo un profesional en todo el sentido. 

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1 respuesta

  1. 16 de diciembre de 2020

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