Entre amores y odios, el mejor
En tiempos en los que la mediocridad impera en el fútbol colombiano, es un privilegio que nuestro balompié siga contando con la presencia de un técnico de quilates como el risaraldense Juan Carlos Osorio.
Resulta paradójico que el técnico de mayor preparación y capacidad en el fútbol colombiano sea el que más divida al país futbolístico. Eso quedó demostrado meses atrás cuando su nombre fue uno de los que más sonó para asumir la dirección técnica de la selección nacional y del que se dijo -como para quedar bien con Dios y con el diablo-, que sí, que era el mejor, pero que no era su momento para el combinado patrio.
Ese mismo técnico, preparado como el que más, metódico, estudioso y terco (como todos), fue portada en días pasados de todos los medios nacionales cuando fue confirmado como nuevo entrenador del América de Cali para las dos próximas temporadas.
América, en condición de equipo grande, necesitaba con urgencia un técnico igualmente grande, con el que pueda ejecutar un proyecto en el que vuelva a figurar a nivel internacional. Ese técnico no podía ser otro distinto a Juan Carlos Osorio, ese mismo al que Luis Augusto García calificó de ‘recreacionista’ simplemente porque su cerebro (el de García), no le dio para interpretar el método de trabajo de Osorio.
Ese ‘recreacionista’ se formó en Ciencias del Ejercicio Físico y del Rendimiento Humano en los Estados Unidos, se especializó en Ciencias Superiores del Fútbol en la Universidad de Liverpool, realizó estudios de Dirección Técnica de la Real Asociación Holandesa de Fútbol, es acreditado con la Licencia de técnico tipo ‘A’ de la UEFA y en tiempo reciente obtuvo su Licencia Pro UEFA. Parece innecesario, pero es importante recordar, por las dudas, el perfil académico de quien además tiene en su palmarés títulos en Colombia con el Once Caldas de Manizales y el Atlético Nacional.
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Si bien sus decisiones en la cancha, marcadas por sus famosas rotaciones y algunas salidas en falso ante los medios, han causado resonancia y críticas entre aficionados, además de un sector del periodismo; no se puede negar que su método es un método ganador.
Sin embargo, es importante aclarar que para ser un técnico ganador y respetado, no es necesario haber estudiado todo lo que estudió Osorio, hay otros atributos que, aunque también le sobran al míster, bien podrían ser aplicados por otros entrenadores en nuestro país, tales como: la mentalidad ganadora, el carácter para manejar el ego de los jugadores y el criterio necesario para pelear no solo por sus propios intereses, sino por los de la institución que representa.
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Osorio no dirige por plata, como él mismo lo ha expresado, Osorio dirige por pasión, porque ama su trabajo y desea aportar un granito de arena a la tan lejana grandeza del fútbol colombiano. No en vano, comprometió a los dirigentes de América a construir una sede deportiva con todas las de la ley tal como lo hizo en su momento en Atlético Nacional. Eso es pensar en grande.
Ojalá lo dejen trabajar, ojalá le den el tiempo suficiente de ejecutar junto a su cuerpo técnico, del que también hace parte el pereirano Luis Pompilio Páez, el proyecto que pretende devolverle al América la grandeza que algún día lo llevó a ganarse el respeto de todo un continente.
Osorio, el amado y el odiado, es, de lejos, el mejor técnico del fútbol colombiano.
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