Algo le ha sucedido al periodismo deportivo
Con la experiencia del Torneo Nacional Infantil de Fútbol realizado en el Departamento del Quindío la semana anterior, se pudieron observar los grandes avances que ha tenido el fútbol aficionado y a nivel de ligas en Colombia. Sin embargo, y más allá de lo deportivo, en materia periodística algo anda mal.
Hace quince años o más, la logística para la realización de los eventos futbolísticos era reducida, de hecho no se contaba con un acto protocolario al momento de iniciar los cotejos futbolísticos que protagonizaban los jóvenes de cada departamento, y en cuanto al acompañamiento de los padres de familia, también se ha visto incrementada su presencia en los estadios municipales donde se han jugado cada uno de los encuentros; esto porque las fechas de competencia fueron concentradas en semanas o puentes festivos.
Hoy, los árbitros tienen protocolos para el inicio y el final de cada encuentro, las delegaciones cuentan con todas las garantías y privilegios de una organización decorosa, sin embargo en materia periodística todo parece igual. Poca presencia de los comunicadores en los escenarios, información consultada a través de las redes sociales o una u otra llamada telefónica para saber los hechos relevantes de las jornadas.
Esa ausencia periodística, no solo ha sido en los temas futbolísticos, es mayormente percibida en otras disciplinas que aunque siendo menos organizadas, también ameritan seguimiento a las historias, a sus actores y a la necesaria difusión de sus hechos.
A nuestro parecer, todo se ha ido organizando, menos el periodismo deportivo. Quizás esta sea una razón para explicar la desventaja en la que hoy se encuentra el ejercicio de esta profesión. Poco registro informativo en el lugar del evento, lo cual limita la posibilidad de asumir posturas críticas, y desde la distancia se aspirar a consultar una fuente más o menos creíble para redactar algunas líneas, olvidando aquel ideal de ser testigo de los hechos.
A esto se suma el monopolio del periodismo deportivo, que desde los intereses particulares logró captar un segmento del mercado para apropiarse de el y reducirle el margen de actuación a un gremio que permitió, por su desorganización y poca unión, ser desconocido en su rol y en su derecho de informar.
Hoy se habla de “derechos” de transmisión para el privilegio de algunas cadenas televisivas y se desconoce el “derecho” a la labor periodística, se atenta contra el “derecho” a la libertad de expresión y a la libertad de prensa, y la reacción de la agremiación periodística se queda corta ante la magnitud de un hecho que claramente viola los derechos humanos de quienes se formaron o asumieron la responsabilidad de informar el acontecer que atañe al orden público, en los escenarios públicos y con delegaciones que representan los colores y las banderas de la identidad pública de un departamento.
Ante el acontecer, la academia parece distante, las escuelas de comunicación pareciera no estar interesadas en entrar en la discusión, pero sí en continuar la formación de un profesional que en su proceso académico paga grandes sumas de dinero, que posteriormente en el mercado laboral le van a negar la posibilidad del trabajo digno, bien remunerado y que responda a los cánones de la libertad de prensa.
Algo le ha sucedido al periodismo deportivo, le ha faltado unión y representación, ha carecido de exigencias que dignifiquen su labor y permitió que en el orden de lo privado se negociara un derecho del orden público, otra vez en esa estrecha margen de una zona gris entre lo público y lo privado que es tomada en ventaja por unos cuantos ambiciosos y deseosos de poder, como sucedió en la salud, como sucedió en la educación, ahora sucede en lo periodístico.
A la agremiación le han faltado argumentos éticos y jurídicos para defender un ejercicio que hoy más que nunca se encuentra coartado por el interés de un particular, al que lamentablemente se han sumado las mismas ligas y federaciones deportivas.