Ver el deporte como potencialidad y no como caridad es clave
Conversando con algunas autoridades territoriales a nivel departamental y también municipal, se llega a una conclusión que no es extraña, pero que es necesario volver a mencionar con el fin de comprender entre todos las apuestas de ver el deporte como un escenario potente y expedito para el desarrollo humano.
La conclusión, es que la mayoría de los actores del deporte, especialmente los dirigentes de ligas y clubes, los deportistas y hasta las familias de los mismos deportistas, siguen pensando sus procesos deportivos desde la mirada asistencial del Estado, cuando no es que se encuentran actitudes dispuestas a la caridad.
Y no. No es caridad, el deporte no lo es. El deporte debe ser visto desde su potencialidad.
Ver el deporte y las instituciones que lo agencian como escenarios que potencian la capacidad humana y su condición, implica asumirlo desde una mirada de gestión deportiva, desde la gerencia, desde la autonomía y la auto sostenibilidad. No es verlo solamente desde la asistencia del Estado, y mucho menos desde la caridad y el pesar.
Duele observar, como algunos órganos administrativos de ligas o clubes deportivos, siguen expresando la falta de apoyo por parte de los entes gubernamentales para avanzar en sus procesos. Y creemos que existe un grave error cuando se piensa en la dependencia de los recursos únicamente provenientes del Estado, como argumentos para no avanzar en sus propósitos misionales.
Una institución deportiva como es el caso de ligas, clubes, centros de entrenamiento, etc… debe concebirse como una entidad privada, en cuya misión está prestar un servicio social a través del deporte. Palabras más palabras menos, son empresas autónomas, que se rigen por el derecho privado y que deben por consiguiente, agenciar sus propios recursos. Por eso es necesaria la participación de otras empresas privadas, que no necesariamente tienen que estar vinculadas al sector deporte, pero que ven es su ecosistema una oportunidad de alianza estratégica y de mercado. No por ello, debe ausentarse el apoyo del gobierno, por el contrario la búsqueda de un equilibrio entre las partes puede ser un ideal, donde el Estado representado por entes territoriales contribuye en la causa.
De esta forma, la idea de los patrocinadores debe ir mucho más allá de las “donaciones” que un particular ofrecen a un solo deportista o para una sola actividad o evento deportivo. Ser Patrocinador, debe ser un concepto mucho más amplio, mucho más coherente con la dignificación de las condiciones de los deportistas y del reconocimiento de los procesos deportivos.
Hay que derrumbar esa idea, de que los patrocinadores son aquellos que aportan únicamente la hidratación, o los que “regalan” un paquete de medallas para ciertos eventos deportivos, a veces hasta los uniformes y nada más. Más allá de estos aportes, que en algunos casos resultan necesarios, los patrocinios deben ser mucho más completos, integrales, que vinculen las marcas de los productos o servicios a la identidad y al proceso deportivo de una liga o de un club.
En definitiva, es necesario pasar de la caridad ofrecida por algunos actores, a la potencialidad de verdaderos patrocinadores, que de forma aliada e integral, eleven los procesos deportivos en la región. Los pseudo patrocinios, ocultan las grandes gestiones deportivas, y crean cortinas de humo que no dejan ver la realidad de las necesidades que tienen los deportistas.
Pero hay un camino absolutamente necesario, que entonces deben liderar los actores del deporte, y es asumir con criterio que sus procesos deportivos son valiosos, que merecen apoyos honestos y no siempre asistenciales por parte del Estado; es decir, se necesitan respaldos continuos, permanentes, profundos por parte del sector privado, y no por el contrario “ayudas” que en la coyuntura, terminan siendo donaciones de caridad, para permitir que un deportista pueda asistir a un evento territorial de cualquier orden para representar una región.
Dignificar la condición de nuestros deportistas, comienza por reconocer su valor y ofrecer verdaderos respaldos a la gestión deportiva de sus instituciones. Ello implica ver el deporte como potencialidad y no como caridad.