¿Qué se augura para el periodismo deportivo?

Si para los pesimistas existe la posibilidad de que hasta el periodista deportivo pueda ser reemplazado, para los optimistas existen todavía argumentos que imposibilitan que un robot pueda reemplazarle, y esos argumentos tienen mucho que ver con las competencias cognitiva y emocional.

Foto / Uces

A pocos días de conmemorar una vez más el ejercicio periodístico en Colombia (9 de febrero, día en que se fundó el primer periódico en Santafé de Bogotá), siguen las reflexiones por el devenir de una profesión considerada “oficio”, en un contexto “pesimista” para algunos, y “optimista” para otros. Y a propósito ¿qué se augura para el periodismo deportivo?

La pregunta enfocada en el mundo deportivo no dista mucho de la generalidad de la profesión, sin embargo por tratarse de uno de los sectores que más pasiones mueve en el mundo, además de recursos económicos y publicidad, invita a pensarse en la renovación, reinvención y por supuesto en la reflexión, es decir pensarse más en su apuesta política para la consolidación de sociedad.

El periodista deportivo en principio es un profesional en el campo, aunque muchas veces ejercido por empíricos que le han impregnado conocimiento, experiencia y estilo, lo que sin duda también se traduce en riqueza; pero más allá de ello, se requieren competencias básicas y también profesionales para llevar a cabo lo que algunos académicos y hasta jurídicos llamaron “oficio”.

Sin embargo, el problema del devenir del oficio con enfoque deportivo, atraviesa la misma incertidumbre que sufren los empleos en el sector bancario, o incluso en el sector salud y hasta en el educativo, por solo mencionar algunos. La advertencia de la cuarta revolución industrial donde “todo” parece ponerse al servicio de la tecnología y la robótica, tiene también amenazado el “oficio”, que parece absolutamente reemplazable en el mundo de las industrias culturales.  

La premisa básica de que es más rentable operar con robots que con humanos, sigue cumpliéndose en la cotidianidad de las compañias y multinacionales, que bajo la excusa de la innovación y la “tecnologización”, continúan proyectando el desplazamiento del capital humano para incursionar en el capital tecnológico y de robots.

Si para los pesimistas existe la posibilidad de que hasta el periodista deportivo pueda ser reemplazado, para los optimistas existen todavía argumentos que imposibilitan que un robot pueda reemplazarle, y esos argumentos tienen mucho que ver con las competencias cognitivas; porque en lo meramente operativo los camarógrafos resultan ser reemplazables, al igual que los operadores de audio y hasta los presentadores, entre otros roles de la industria.

Foto/Pablo Bohórquez

En defensa del “oficio” que debe reconocerse como profesión y perdurar en el tiempo, caben las ideas de que nunca será reemplazable el análisis y la interpretación de los hechos, todavía atravesados por la relatividad y la poca predicción de la actuación y la conducta humana. Y ello si que se relaciona con el deporte, donde los actores, los verdaderos protagonistas son humanos que ponen a prueba sus cuerpos, sus mentes y su propia condición humana. Allí, en el escenario de lo deportivo meramente humano, viene la posibilidad y la capacidad de la crítica, y la interpretación de las relaciones socio-emocionales.

Finalmente el deportista existe para poner a prueba su condición, pero además existe un público que admira, reconoce, respeta y valora la exigencia de tal condición, por ende la emocionalidad seguirá estando presente en el hecho deportivo y es allí, donde el periodista deportivo, no robotizado aún, logrará defender su rol.

Por ello, el devenir de la profesión periodística, parece ubicar al comunicador a su entorno de realidad cercana también en el mundo de lo glocal, esa que puede percibir, leer, interpretar para luego describir, compartir, y contagiar en su audiencia, expandiéndola como una percepción compartida o distante de otras interpretaciones. Los hechos deportivos de lo hiperlocal, podrá ser una buena excusa para la permanencia y el desarrollo de una labor, que además de ser subvalorada, lucha con no desaparecer en un futuro no muy lejano.

En conclusión, el periodista deportivo tendrá más opciones de continuar en su oficio, mientras los protagonistas de sus relatos sigan siendo las impredecibles actuaciones humanas no solo en el campo deportivo, si no también en la cotidianidad de sus actuaciones. Y allí será absolutamente necesario tener claridad entre lo emocional y lo espectacular.

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