Deporte y depresión
El pasado sábado, Manizales se despertó con un nuevo suicidio, esta vez de un entrenador y arquero aficionado, Daniel Jurado Román. No se conocerán sus motivos. Por respeto, es mejor así. La capital caldense ya registra 18 casos este año y es la ciudad de mayor índice del país.
El entorno del deporte aficionado también debe fijarse en el entorno de sus integrantes y no solo estar para celebrar cuando se ataja un penalti o para señalar porque recibió seis goles.
Fuera de las canchas, así sean las aficionadas, los de guayos y pantaloneta, esos ídolos efímeros, esos héroes y villanos de cada ocho días, son seres de carne y hueso, de corazón y cerebro. El deporte vive en una burbuja y desde antes del covid-19: el dinero, la fama, los triunfos se contrastan con las tristezas, depresiones y derrotas. Es una condición humana.
No es un asunto menor. Hasta el nadador Michael Phelps, mega estrella mundial con sus ocho medallas de oro en unos Juegos Olímpicos, ha sufrido de depresión. A los deportistas los agobian las mismas cosas, incluso la pandemia, incluso el paro, ¡¡¡incluso todo…!!!! Un desamor, un desapego, una presión excesiva afectan la existencia de todos.
Pero nadie se detiene a mirar a los deportistas, profesionales o aficionados y solo les exigen, los vuelven ídolos rápidamente y los condenan fácil cuando no cumplen con las expectativas de la masa.
El deporte es un pedacito de la sociedad, no una burbuja de ella y la refleja con exactitud.
Los atletas tienen los mismos sufrimientos y preocupaciones que el abogado, el panadero, el tendero, el ingeniero, el médico, el contador, el administrador, el vendedor ambulante… Parece una tontería decirlo, pero hay que insistir en eso.
El sábado pasado una familia, unos amigos, una ciudad, esta Manizales del alma, se despertó sin Daniel Jurado Román. Estas líneas son para recordarlo…