Pregonero de tu historia: Fútbol Profesional Colombiano 70 años
Pregonero de tu historia: Fútbol Profesional Colombiano 70 años
Ráfagas de hechos llegan como flashes a nuestra memoria para recordar tantos equipos al igual que buenos jugadores que dejaron su clase futbolera en nuestras canchas en estos 70 años de balompié profesional. Más que estadísticas quiero recordar anécdotas que le han compartido muchos futbolistas, hinchas y técnicos a quien escribe estas notas. Y claro, vivencias propias.
Por: Danilo Gómez Herrera
La historia tuvo un punto de partida, la tribuna del “barranco”, en el sector norte del estadio Olímpico de Pereira en 1972. Soy respetuoso de la opinión de muchos colegas quienes sostienen que no son hinchas de ningún equipo. Eso es extraño porque nuestra visita dominical al estadio estaba motivada por la simpatía hacía aquel equipo que aprendimos a querer. En mi caso se trata del Deportivo Pereira. Usted que lee estas líneas ¿Cuándo vio por primera vez a su equipo? Antes de conocer una cabina, los periodistas deportivos primero pasamos por la tribuna.
Y junto a la divisa creció la admiración por aquellas figuras que empezamos a apreciar, el primero fue el talentoso mediocampista Jairo Arboleda; era un mago, en sus piernas aparecía y desaparecía el balón. Cuando el marcador de turno despertaba del embrujo, la pecosa de cuero ya estaba en otro sector. Otro elemento que me robó aplausos fue el delantero paraguayo Clemente Rolón, una máquina de hacer goles, y fue tan buena su campaña que en diciembre de 1974 partió directo del Pereira hacia el Almería de España.
Fútbol, color y gastronomía:
El estadio Romelio Martínez de Barranquilla era una pesadilla para muchos equipos en Colombia. Jugar a las 3 y 30 de la tarde con ese calor infernal, la Barra de Corea insultando desde la tribuna, una cancha irregular, y un Junior arrollador, eran factores que casi siempre dejaban los dos puntos para el local. Y para los periodistas las incómodas cabinas eran un auténtico sauna, cualquier cantidad de líquido que se tomaba era insuficiente. Ah, y cómo olvidar a Edgar Perea el jugador número 12 del Junior.
En un recorrido por diversos estadios del país, y siguiendo por la Costa Caribe, no menos sofocante era la situación en Santa Marta y Cartagena. Allí había que hacer uso de las aguas mentoladas para aquello de la transpiración. Eso sí, el paso fugaz por la playa no se podía perdonar. Pocas veces regresamos con el sabor del triunfo de esas plazas futboleras.
Y hablando de gastronomía, el mejor estadio para hacer las transmisiones siempre fue el Atanasio Girardot, donde el menú era variado en el hall del escenario previo a las tareas de tirar cables hacia los camerinos. Siempre y cuando los viáticos alcanzaran la “buena mesa” daba para una suculenta bandeja paisa, un delicioso Mondongo y fritanga al gusto.
En Manizales, tras disfrutar de aquellos clásicos entre Pereira y Caldas, que generalmente terminaban con encendidas polémicas, el trabajo fuerte era para la Policía, para dispersar a los hinchas después de las pedreas; ese bochorno contrastaba con el impecable uniforme del “loco Darío”, el hincha de número 1 del blanco blanco. En la carrera 23 de la capital caldense, unas deliciosas albóndigas cocidas eran la entrada para los infaltables chorizos de Santa Rosa de Cabal en el retorno a Pereira. ¡Que jornadas aquellas!
Hablando de hinchas en el pequeño estadio San José de Armenia, siempre se vivía un cuadro muy simpático. Allí por lo general no había cabinas para las transmisiones visitantes, entonces estando el cronista en la tribuna micrófono en mano, sentía un impacto en los hombros y un grito estentóreo…”Quiubo Papi”…Uno miraba sorprendido porque ni el empujón ni el grito correspondían a su ejecutante, se trataba de la pequeña “Repollito” personaje típico. A renglón seguido tocaba invitarla a un refresco para no pasar por tacaño.
Recientemente se han visto personajes de variopinta condición como mascotas de los equipos: El cole pereirano, el Barcino en Neiva, el Indio Pijao en Ibagué, entre otros; pero uno muy característico ha sido el “Tiburón” que acompaña la salida del Junior a la cancha.
El León Cardenal
En todo este trasegar por las canchas de Colombia hubo una mascota genuina, única en su género, y fue el León de Independiente Santa Fe que tiene su propia historia.
Hoy cuando los hinchas del primer campeón de Colombia llevan su leoncito de felpa a la tribuna, y miran desde lo alto al León”humano” que arenga a los Cardenales, no imaginan la dimensión del León Original M O N A G U I L L O, un cachorro que compró Daniel Samper Pizano en el zoológico Matecaña de Pereira.
El veterinario Wilson Londoño me comentó que un día del año 1975 lo llamó el director del parque para decirle que había que alistar un cachorro con días de nacido para un personaje que esperaba en la oficina.
Después de las indicaciones del caso y el pago de dos mil pesos, el reconocido escritor y caracterizado santafereño, se fue feliz con la mascota que les daría poderío frente al rival de patio, el azul que no les dejaba ver una en el Campin. Lo cierto es que ese año 1975, el chileno Francisco “Pancho” Hormazábal quien llegaba de dirigir al Pereira, logró armar un buen equipo con el respaldo de su presidente “La Chiva” Cortés, y Santa Fe se coronó campeón ese año. ¿La Mascota intimidó a los rivales? Para la posteridad quedaron las imágenes del capitán del Santa Fe Rafael Pacheco cargando a un hermoso e imponente Monaguillo entre miles de espectadores en cada jornada dominical.
Volviendo con el veterinario, éste me contó que en varias ocasiones recibió llamadas de Samper pidiéndole consejo porque Monaguillo crecía, cada vez comía más y generaba unos olores propios de lo que era en realidad, un animal salvaje. Cada vez aumentaban las quejas de los vecinos de la sede del Santa Fe, y éstos decían que tal vez eran hinchas de Millonarios. El final de Monaguillo fue en un zoológico cercano a la capital ya sin los aplausos de la tribuna y el cariño de sus tenedores. Pero dejó su imagen imponente para siempre.
Más historias de fútbol y color
El primer futbolista extranjero del Deportivo Pereira también era boxeador. Se trataba de Jhon López, un gigante dominicano que llegó a nuestro país y jugó con el Medellín en la etapa previa al profesionalismo en 1943. En 1945 apareció en Pereira para una velada boxística y ofreció sus servicios al equipo Matecaña llegando a ser su capitán. Era un eficiente defensor. Ya en el otoño de sus días, en 1986 buscó a este cronista para poner en conocimiento del público que le habían negado la nacionalidad colombiana tras residir 4 décadas en nuestro territorio.
Y ciertamente se dieron algunas exhibiciones de boxeo en canchas del país cuando se caldeaban los ánimos en pleno partido. Contaba el árbitro de la época Ovidio “El Sauce” Orrego que cuando se daban esas tánganas él se paraba a mirarlos y cuando estaban cansados de golpearse les preguntaba. ¿Ya terminaron?, entonces sigamos con el partido.
Pero no solo se golpeaban los futbolistas. En 1967 jugaban Atlético Junior y Deportivo Pereira en el estadio Romelio Martínez de Barranquilla. Se presentó una gresca fenomenal en la cancha y de repente apareció un sacerdote. Me contó Alfredo Vega que la gente del Pereira al ver al curita se calmó un poco, pero estaban equivocados, el padrecito se sumó “al baile” y le impactó un puñetazo al jugador Matecaña Claudio Lezcano enviándolo al piso. “Fue un golpe sagrado”, me confesó entre risas el jugador paraguayo. El padre citado era un hincha de Junior que no faltaba al estadio.
Ahora les hablo del año 2018. Por estos días todavía se puede asistir en la Unidad Deportiva Atanasio Girardot a la misa del padre Nevardo Cataño, los domingos a las 9 y 30 am, quien en medio de su homilía no tiene problema en comentar los hechos recientes del Poderoso Medellín, su equipo del alma, pero no es tacaño para reconocer lo bueno de Nacional.
Esto me hace recordar a otro sacerdote hincha, el padre Antonio Valencia quien fuera seguidor del Deportivo Pereira. Sus sermones acalorados en la Catedral de Pereira daban cuenta del partido del domingo de su equipo. El elogio llegaba si se daba el triunfo, pero las críticas eran fuertes si sucedía lo contrario, en este caso que Dios cogiera confesados a los de calzòn corto porque el padrecito los dejaba en evidencia cuando tenía conocimiento que habían estado de parranda. Y la ventaja es que el levita no faltaba en las tribunas. En la historia del equipo Matecaña Cecilia Monsalve “Chila” y el Padre Valencia fueron sus hinchas mas genuinos.
Estrellas con tropiezos
Willington Ortiz una de las grandes glorias del fútbol colombiano fue descartado en sus comienzos por los técnicos del América y del Pereira por considerar que su baja estatura no le permitiría destacarse en el fútbol profesional. Tras la fallida prueba “El viejo” Willy regresó a su natal Tumaco y en una visita de un cazatalentos de Millonarios fue observado en un juego amistoso. Jaime Arroyabe con su ojo clínico creyó en el hábil delantero y lo contrató para el equipo embajador. Transcurría el año 1972, y desde ese momento Willington Ortiz no solo fue figura de los azules, sino un permanente convocado a la Selección Colombia.
Sergio Galván Rey llegó al Once Caldas en 1995 recomendado por Alfonso Nuñez, un ex jugador de los albos. En los primeros partidos, el goleador argentino estuvo divorciado con la red. La directiva lo llamó y le dio un preaviso. Al partido siguiente Galván Rey se destapó y le anotó cinco goles al Cúcuta Deportivo. El resto de la historia es conocida, como que es el máximo goleador histórico del Once y del fútbol colombiano. Y fue campeón con Once Caldas y Atlético Nacional.
Hoy, setenta años después, las cosas han cambiado al ritmo de las nuevas costumbres y la tecnología. Ahora reina la televisión, y muchos seguidores prefieren la tranquilidad del sillón que toparse con la algarabia en las cercanías del estadio y las barras bravas en la tribuna. A propósito de los hinchas, en plena época de El Dorado el argentino Dante Pais resultó expulsado en un partido entre Atlético Quindío y Millonarios, entonces desde la tribuna le gritaron…”Manuel Peleas, Manuel Peleas”… y éste respondió sin temor…”Aquì está el que te mea…” De ese tenor eran las disputas de antes.