La travesía de Susana Sánchez y su entrenador en el Panamericano de Lucha

Susana Sánchez no solo ganó una medalla de bronce en el Panamericano de Lucha en Río de Janeiro; también conquistó también sus propios miedos y demostró que el coraje puede más que cualquier adversidad.
Su victoria fue la sexta medalla para Colombia en estas justas, pero significó mucho más: fue el orgullo de Risaralda y un ejemplo de superación para todo el país.
Detrás de ese metal hay una historia que pocos conocen.
Días interminables de entrenamiento, sacrificios silenciosos, lágrimas escondidas y una fuerza interior que solo los verdaderos campeones poseen. Porque ser atleta no es solo competir: es aprender a convivir con la duda, el miedo y la presión. Es caminar por la delgada línea entre el temor y la confianza, entre el miedo a fallar y el deseo de brillar.
Y estar en la mente y el cuerpo de un atleta y su entrenador es como escuchar los latidos de un corazón cuando en puénting se estira la cuerda, o cuando un paracaidista tira de la anilla mientras cae al vacío.
El temor y la confianza un delgado hilo fácil de reventar
Cuando Susana salió de su casa rumbo a Brasil, llevaba en la maleta más que su uniforme: cargaba sueños, ilusiones y una responsabilidad inmensa. A sus 16 años, era su primer viaje internacional, su primer gran reto. Sentía emoción, sí, pero también un miedo profundo: ganar no era una opción, era la única salida.
En silencio se refugió en su mente. Habló poco y pensó mucho. Cerró los ojos y se vio a sí misma sobre la colchoneta, ejecutando cada llave, cada lanzamiento, cada plancha. Se aferró a las frases motivadoras y poemas del artista marcial Ilia Topuria, buscando fuerza en cada palabra.
El día de la competencia, el tiempo pareció volar
De repente, escuchó su nombre y el corazón le latió tan fuerte que casi la derriba. Sus piernas temblaban, la ansiedad la invadía. Pero recordó los consejos de su entrenador: ceñir las cejas, levantar la frente, lucir decidida. No había marcha atrás.
Su primera rival, una canadiense, parecía invencible. Por un instante, la mente de Susana se quedó en blanco. Pero entonces, como un relámpago, llegaron a su memoria los momentos de sudor, de cansancio extremo, de lucha incansable. Se llenó de valor, peleó con el alma y ganó.
Luego llegó el combate contra Estados Unidos
Un error le costó la victoria, pero no la esperanza. Ahora debía pelear por el bronce, y su rival era una de las favoritas, una peruana fuerte y decidida. Los nervios la sacudían, el marcador estaba en contra y el tiempo se agotaba. Pero Susana no estaba dispuesta a rendirse. Sintió rabia, pero también determinación. En los últimos segundos, ejecutó una proyección perfecta, planchó a su oponente y, entre lágrimas de emoción, se colgó la medalla de bronce.
Esa medalla no solo pesa en metal, pesa en sueños, en esfuerzo, en noches de desvelo y en la certeza de que, cuando el corazón es valiente, ningún obstáculo es demasiado grande.
“Cuando disputé el tercer puesto con Perú empecé atacando e intenté un látigo que me salió al revés porque la peruana me pasó atrás, así que íbamos 3-0 ella ganando. Manejé la calma y luego del descanso escuché al profesor peruano decir que faltaban 50 segundos. Entonces me dije no puedo perder y la agarré y le hice una proyección de 4 puntos que fue la plancha y gané. Yo iba con la mentalidad de ganar y no podía aceptar que fuera perdiendo, tenía que ganar una medalla porque me había preparado para eso y cuando la planché sentí ese alivio esa gritería”. Dice Susana
El desespero y la ansiedad del entrenador
Ellos sufren, saltan, gritan, se comen las uñas y hasta se ponen a temblar, como si el frío de la incertidumbre los invadiera. Así lo vivió John Jairo Echeverry, quien acompañó a la atleta Susana Sánchez en cada paso de su travesía. Igual que ella, salió al escenario con la ilusión intacta y la convicción de que todo el esfuerzo y la dedicación invertidos durante la preparación darían frutos. Sabía que el trabajo había sido meticuloso y que los logros estarían al alcance.
Sin embargo, los nervios y la ansiedad eran inevitables. El corazón latía más rápido, los minutos parecían eternos y el anhelo de que todo terminara pronto se mezcló con el deseo ardiente de saborear el dulce aroma del triunfo, y no el amargo sorbo de la derrota. Esa derrota que, por un instante, sintió demasiado cerca en el último combate de su deportista.
En esos momentos, el deporte se convierte en una montaña rusa de emociones, donde la esperanza y el miedo se entrelazan, recordándonos que detrás de cada actuación deportiva hay una historia de valentía, entrega y pasión.
“¡Carajo! fue con Perú, nos empezó ganando en un combate muy complicado. Sentí ganas de meterme y ayudarla, me retorcía haciendo los gestos técnicos que quería que realizara Susana. Y cuando terminó el primer tiempo, la atleta me pidió permiso para realizar unos movimientos que le prohibí por el riesgo que implica, pero no había otra, el tiempo se acabó y estábamos perdiendo, así que Susana realizó una de las acciones de mayor puntuación y ganó. En ese momento, salte, grité, golpeé la colchoneta de la emoción.
“Se sienten varias sensaciones y una de ellas es la responsabilidad en saber que el deportista desea ganar y uno trata por todos los medios de meterle en su mente que es el mejor y que para eso entrenó y se siente temor porque esta es la prueba si el trabajo se hizo bien durante los entrenamientos. Además, uno siente cómo el corazón se acelera y lo peor es que siente más estrés en la esquina que él en la competencia. Siento terror y siento que me infarto, cuando las cosas no se dan, porque hay decepción interna, aunque no demuestra para no bajarle la moral al atleta”. Dice Jhon Jairo Echeverry, entrenador de Lucha de Risaralda.
Pera este experimentado instructor, los años no opacan las emociones y sufrimientos al lado de la lona.
En este momento los ojos de Susana están puestos en el oro que se puede colgar en el mundial de lucha que se llevará a cabo en Atenas del 28 de julio al 3 de agosto, donde seguramente obtendrá un triunfo, porque conoce su condición física y mental y sabe que el temor y los nervios pueden ser aliados cuando se controlan o los adversarios más grandes cuando dominan la mente y el cuerpo.
“Como departamento estamos felices con el logro que tuvo Susana y el trabajo que hace la Liga Risaraldense de Lucha, porque este es un trabajo para la reserva deportiva y que se va a consolidar en los Juegos Nacionales de la Juventud porque a eso le tenemos que apuntar, una reserva que en unos cuatro años tengamos más logros a nivel nacional” Dice Luis Eduardo Duque, secretario de deportes de Risaralda
“Quiero llegar a los olímpicos y debo esforzarme, y nada es gratis, porque todo se gana es con trabajo y muy fuerte”. Dice Susana.
«Unidos somos más. Más deporte, más región»


