Los moteros y el salir a «rodar» o el salir a «picar», ¿qué alternativas hay?

es válido pensar en otras alternativas que inviten a los amantes de la velocidad a desfogar toda su adrenalina en espacios idóneos...

Foto/Archivo El Heraldo.com

Es frecuente ver cómo la comunidad de motociclistas aficionados a las carreras (también conocidos como piques), se toman las vías de las ciudades en horas de la noche y especialmente en sectores con baja iluminación que facilitan su encuentro y competición ilegal a partir de los piques. Una problemática que involucra a conductores, propietarios, autoridades y hasta el mismo vecindario.

Si bien el problema radica en el riesgo que corren los pilotos, y el mismo en el que ponen a los transeuntes, además de otros vehículos que transitan por las vías,  la realidad es que la problemática involucra otros delitos donde las estrategias pedagógicas se quedan cortas, y también las medidas para el control por parte de las autoridades de tránsito y hasta de la policía siguen siendo insuficientes.

Ante una problemática que se sale del control, por lo menos por parte de la autoridad, es válido pensar en otras alternativas que inviten a los amantes de la velocidad a desfogar toda su adrenalina en espacios idóneos, sin poner en riegos a los habitantes del vecindario. Pero ello necesita un profundo diálogo y múltiples acuerdos entre las partes.

Está bien, la moto como vehículo y a la vez como juguete de poder, de fuerza y jerarquía, necesita ser reconfigurada desde el respeto por la ciudadanía, por la buena convivencia y hasta por la paz de los sectores barriales, que con frecuencia tienen que verse sometidos también al ruido y al estrés del incalculable número de motociclistas, que bien acompañados de sus pasajeras, transforman escenarios de ciudad, en escenarios de angustia y estrés.

El derecho a disfrutar de las motocicletas como vehículo, como juguete o como instrumento de poder, es bien reconocido; pero también es necesario que la comunidad de motociclistas reconozcan el derecho de los ciudadanos a la tranquilidad, y al uso ecuánime del espacio público. En tal problemática, se necesitan más que negociaciones y acuerdos, actitudes respetuosas de escucha, de diálogo y de búsqueda de alternativas, para que tanto los unos como los otros puedan convivir en paz.

Salir a rodar en sus vehículos no es un pecado, siempre y cuando este propósito se fundamente en el compartir sanamente, en el disfrutar de sectores, bien sea de la zona urbana o rural, cualquiera que sea la ruta es importante pensar en los habitantes, en los demás ciudadanos y en su tranquilidad. Pero salir a «rodar» en medio de piques y otras supuestas «hazañas» que entre aficionados se aplauden son «pecados» que no calan bien en la ciudadanía y que elevan la percepción de estereotipos relacionados con delincuencia.

Es importante que los mismos motociclistas revalúen si la ciudad es el escenario ideal para las competiciones «ilegales», o si su adrenalina puede desfogarse en escenarios controlados y más seguros. Para este caso, es absolutamente necesario que los líderes y quienes les convocan, consideren otras alternativas quizá más saludables y menos problemáticas para la convivencia.

«Unidos somos más. Más deporte, más región»

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