La final que no fue, un mensaje claro al fútbol latinoamericano

Carlos Marín / Periodista Deportivo

La violencia no está al interior de los estadios, se genera en cualquier lugar y las instituciones deben tomar consciencia de ello. La última cita de la Copa Libertadores es la prueba fehaciente de un relato que muchos han ignorado por décadas.  

El River Plate vs Boca Juniors no tiene día definido, y será una semana crucial para los equipos que estarán en el escritorio, disputando lo que no llegó hasta el gramado del Monumental de Núñez el sábado 24 de noviembre. Esto después que una cantidad muy reducida de aficionados privaran a millones de personas en el mundo de presenciar el encuentro, al lanzar objetos al bus donde se transportaban los xeneizes, por lo menos tres jugadores salieron lastimados.

El hecho se convirtió en noticia en cuestión de segundos por las repercusiones que tuvo en la salud de los deportistas, quienes no estaban en condiciones de entrar a la competencia; esto visto desde el campo deportivo; sin embargo hay una lectura social que cobra importancia, y es que las sociedades latinoamericanas no están preparadas para afrontar brotes de violencia, ni en el fútbol, ni cualquier otro campo.

Para afrontar brotes de violencia no se tienen que emplear la fuerza con la fuerza, como si se tratara una ley física; por el contrario, afrontar la violencia con programas de desarrollo social, termina construyendo antecedentes que pueden encontrar un camino sólido para transformar ideales de sociedad, maneras de entretenerse que no impliquen la vulneración de derechos individuales.

Los acontecimientos en Buenos Aires son el  resultado de la indiferencia de la Federación Internacional de Fútbol Asociado, FIFA, de la Asociación de Fútbol Argentino, AFA, y de diferentes organismos de Estado los cuales no han continuado los programas para reducir los brotes de violencia relacionadas al fútbol. Entendiéndose que ni siquiera es sano pretender acercar la violencia a este deporte, porque desde una mirada más holística, la violencia es violencia donde se produzca, y dividirla en escenarios terminará difuminando el problema para no acabarlo, como en este citado ejemplo.

La tolerancia se debe trabajar desde todos los campos de la sociedad, acaso no los médicos no se pueden enfurecer en un partido, acaso los juristas no pueden perder los papeles en una cita catalogada por la prensa argentina, como mundial. Relacionar la violencia con el fútbol le ha hecho daño a la búsqueda de soluciones para combatirla.

Por eso es menester que surja una reflexión provechosa del asunto, una que oriente hacia una interpretación más social de lo que manchó lo que se suponía iba a ser una fiesta. Y es que para que haya un trabajo juicioso sobre el tema, deben existir voluntades que todavía no se avizoran. La FIFA, a un muy bajo costo pretende resumir la situación con mensajes como #Respect, al igual que los Estados y cada una de las instituciones públicas y privadas que conforman las sociedades en América Latina.

Exhaustos están con las realidades políticas y sumar una tarea más parecerá un ejercicio maratónico, por eso, es más factible trasladar la problemática a los barristas activos, a los clubes y todo cuanto los rodea, para resumirlo en: la violencia en el fútbol.

La violencia repercute en la sociedad, y la no violencia también. La unidad en trabajar por la no violencia nos convoca a todos, es decir, por la promoción de la tolerancia en cualquier sector. La tolerancia en las instituciones educativas, en las empresas, en las organizaciones sociales, públicas, privadas. Segmentar la violencia le ha hecho daño al mundo del fútbol, y es una manera de ser indiferentes ante ella. Por eso, eventualmente cobra protagonismo mundial.

Así pues, los sucedido antes de la gran final entre River Plate y Boca Juniors, debe mirarse como un mal regional, antes que como un problema de este país o un hecho puntual de un evento como la Copa Libertadores de América. Esas lecturas están llamadas a quedar en el pasado.

La violencia ha ocurrido porque muchos han ignorado que pasaría de nuevo, esta vez, en un clásico internacional.

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