Las cadenas del Ciclomontañismo, que liberaron el corazón

Foto/Suministrada

Mientras que para la gran mayoría de los seres humanos las cadenas son símbolo de prisión, ataduras y pérdida de la libertad, para los ciclistas profesionales o aficionados la cadena es todo lo contrario, sinónimo de libertad y pieza que une los engranajes que liberan los anhelos del corazón, de participar de una competencia y ocupar el primer lugar.

Por: Edwin Herrera Bartolo

Desde luego que las metas fueron diferentes para cada uno de los casi 400 ciclomontañistas nacionales e internacionales que llegaron a Pereira, para hacer parte del XXII Panamericano de Mountain Bike.

Algunos tenían entre ceja y ceja convertirse en campeones internacionales, otros en mejorar su propia marca, incluso para muchos el hecho de terminar la prueba, fue de por sí un gran galardón, finalmente para los más inexpertos, como quien escribe, la osadía de atravesar la pista hubiese sido toda una proeza.

Foto/Orlando Salazar

Llegar a la pista del Hotel Santo Bambú y observar esta gran fiesta de las bielas, cadenas y pedales, para quienes nos gusta el ciclismo, fue como llevar un niño a un parque de diversiones, nos quedamos con la boca abierta tras observar en primera instancia la indumentaria: cascos, gafas, zapatillas y ropa, todo aerodinámico para crear la mínima resistencia al viento.

Después llega el turno de ver las “naves”, bicicletas de todos los tamaños, colores y especificaciones, monoplato, biplato, con pachas de 10, 11 y 12 piñones, las precisas para subir escarpados terrenos y suspensiones que aguantan saltos y peraltes de hasta 3 metros, toda una verdadera mezcla de tecnología al servicio del deporte.

A eso le adicionamos la condición física de los competidores que luchando contra el sol, el viento, el agua y hasta la enfermedad, se prepararon durante meses para una competencia que duró sólo minutos para los de más kilómetros encima.

Todo por la medalla y por supuesto poder saborear la gloria de contar a propios y extraños de la hazaña en tierras cafeteras, los más veloces teniendo la fortuna de entonar en lo más alto del podio en himno del país que los vio nacer.

Para los más de mil espectadores que desfilaron por el trazado deportivo hubo por supuesto ingredientes adicionales, el calor humano de los anfitriones, el amplio dominio de la delegación colombiana, hombres y mujeres de todas las edades que se tomaron la molestia de estudiar cada metro de tierra que compone la pista, que como premio se llevaron los múltiples podios, ampliamente dados a conocer en otras notas por Semilleros Deportivos, y el aditivo especial que acompañó las pruebas durante cuatro días, el factor lluvia.

Foto/Orlando Salazar

Con la tierra convertida en barro, la competencia tomó un tinte diferente, los saltos, peraltes y cafetales pasaron a un segundo plano y la humedad dificultó sobremanera la conclusión de cada vuelta dependiendo de la categoría, como dijo alguno de los nacionales: “los competidores no fueron los demás, con este barro, la competencia pasó a ser contra sí mismos”.

Llantas pinchadas por montones, ciclistas patinando y luchando por aferrarse a la tierra, con una mano puesta en el barro y con la otra arrastrando su bicicleta, pedalistas cruzando la meta con el marco en la mano tras dejar sus dos ruedas perdidas en el pantano, un capítulo digno de admiración, de verdadero pundonor deportivo y hasta lágrimas por lograr los objetivos propuestos.

Cinco días llenos de adrenalina pura en los que los amantes de esta exigente modalidad pudimos deleitarnos con un marco sin igual y comprobar una vez más que no hay mejor vehículo para unir naciones que el deporte, un mismo idioma, un mismo sentir para colombianos, mexicanos, argentinos, peruanos, ecuatorianos, venezolanos, puertorriqueños y demás.

Felicitaciones a los campeones, a los que tuvieron la valentía de cruzar la meta una hora después que el ganador, a los organizadores por la impecable logística y a los anfitriones por demostrar una vez más que en Pereira podemos organizar eventos de talla internacional con gran capacidad humana y técnica, pero sobretodo con el amor incondicional que sabemos impregnarle a las metas propuestas.

Foto / Pablo Bohórquez

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