El fútbol femenino también tiene historias por contar

Foto / Pablo Bohórquez. Nicole Regnier (Junior) lucha el balón frente a Orianica Velásquez (Envigado).

La esperada Liga Femenina se hizo realidad en el 2017, con ella los sueños de miles de mujeres que en Colombia buscan sobresalir en el deporte más popular del mundo. Las historias que se han contado de las féminas nos han hablado de lucha y sacrificio, nada que envidiarle a los hombres, pero han sido pocas. 

No solo el sexo masculino es meritorio de artículos extensos, de reportajes, de lúcidos análisis sobre carreras llenas de éxito; las mujeres en este siglo XXI vienen consolidando el discurso sobre la igualdad de género, y qué mejor camino que utilizar el deporte para argumentarlo, más aún relatando sus historias de vida en el fútbol.

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Aunque la Liga Águila Femenina sea una prueba piloto para la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), esta ha demostrado que el talento no falta en Colombia, que desde el surgimiento de la primera versión los goles han tocado el fondo de la red y de qué manera. El fútbol para ellas ha sabido sustentar que no solo estaban Yorelí Rincón, Catalina Usme, Natalia Gaitán, Sandrá Sepúlveda, nombres de un generación que gozó de un privilegio histórico, que sus apellidos quedaron en la memoria de los colombianos.

Es necesario recordar que el fútbol femenino no nació el año anterior, menos en la participación internacional de las antes mencionadas; se sabía de él desde antes de 1970, cuando en el Valle del Cauca el fútbol se respiraba en el aire,  los varones inspiraban gambetas, fintas y balones rodaban por las calles vallecaucanas, esto llevó a que las mujeres también se interesaran por la pecosa sin recibir aún el permiso de encarar encuentros ante los hombres. Las calles, las escuelas y colegios  sabían del fútbol femenino en el valle,  después, con los años, regiones como el Eje Cafetero empezaron aceptarlo como una práctica para ellas, y de ahí se esparció por Colombia, hasta centralizarse en Bogotá.

Foto / Pablo Bohórquez. Yisela Cuesta (Envigado) lucha el balón con Daniela Montoya (Junior)

Los años, los entornos deportivos y una sociedad meramente machista como la colombiana no dejaron surgir el fútbol femenino como lo mereció hace más de 40 años. Fue en 1998, como se reseña en los artículos que intentan rescatar la vida de este fútbol, que surgió la primera Selección Colombia. Ni siquiera para ellas fue sencillo ‘mojar’ prensa, porque los nombres de aquella nómina que participó en Sudamericano Femenino del 98,  (Mar de Plata, Argentina) no pasaron de resaltar a Myriam Guerrero (la primera capitana de la Selección Colombia Femenina) y el técnico de la época Juan Carlos Gutiérrez Sánchez.

Buscar información del fútbol masculino no es complicado, libros, investigaciones, perfiles, recuentos históricos y más, se pueden encontrar en las bibliotecas nacionales; sin embargo de ellas, se ha hablado poco, muy poco.

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Aunque centremos la mirada en la región cafetera; Deportivo Pereira y Deportes Quindío han demostrado la responsabilidad necesaria para corresponder a esa petición de la División Mayor del Fútbol Colombiano (DIMAYOR) por darle cabida a las mujeres, y sin quererlo respondieron a esa deuda histórica que se tiene con el que erróneamente se ha considerado el sexo débil.

En el 2017 lanzaron al vacío a dos nóminas que sin llegar lejos, sirvieron de antecedente para la región. El gesto vislumbró que en esta zona del país las niñas quieren jugar fútbol, lo han querido desde siempre. En Caldas, persistirá un año más la duda.

En el inicio de este 2018 el Deportivo Pereira de David Cabildo es líder del Grupo C con seis puntos, y el Deportes Quindío de Wilmer López goleó 8-0 a un Atlético Fútbol Club, equipo vallecaucano.

Foto / Pablo Bohórquez

Es por eso que se hace necesario hacer un alto en la historia para que desde todos los sectores de la sociedad, se mire el fútbol femenino de otra manera. No son mujeres pidiendo ser aceptadas, son mujeres que ya fueron aceptadas en sus condiciones plenas, tanto físicas como mentales, al igual que los hombres. Ellas pueden jugar fútbol y sus historias se pueden contar desde las tribunas, desde las emisoras o desde las salas de redacción.

Es común para los periodistas que han venido siguiendo el fútbol femenino, encontrar relatos similares a los narrados por los hombres. Ellas también sueñan con sacar a sus familias adelante, sueñan con jugar en Barcelona, con ir a Europa, con estar en la Liga de Estados Unidos. Las mujeres, como los hombres se han permitido soñar en el fútbol.

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Contar sus historias es darle vida al fútbol femenino, por eso revistas como Semilleros Deportivos, como Fémina Fútbol, intentan resaltar el camino que han seguido, el camino que están recorriendo y el que les queda por transitar, porque sus condiciones en un mercado laboral donde los protagonistas son los hombres, no les permite tener todavía las garantías que merecen.

Foto / Pablo Bohórquez

Después de todo este primer paso no es malo, por algo se empieza, y serán los medios de comunicación, los periodistas, los responsables hasta el punto de ser cómplices, o del machismo irremediable que a veces surge con las tribunas vacías, o del entero compromiso que se debe tener en un momento tan importante de la historia como este.

Ellas, las mujeres, las mujeres futbolistas, tienen mucho que contar.

«Unidos somos más. Más deporte y más región»

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