Abogamos por otra cultura deportiva

Abogamos por otra cultura deportiva

Vuelven a la luz pública, los disgustos e inconformidades de los deportistas regionales que ven entreverados sus sueños de competir y representar al departamento en escenarios nacionales e internacionales.

La discusión por la situación del deporte no debe terminar en una sesión de las corporaciones municipales o departamental; si bien la reflexión se hizo en algún momento por los escenarios deportivos, no se ha hecho lo mismo con los deportistas, las ligas y los clubes y especialmente centrando la atención en las personas, quienes son en definitiva el centro de las decisiones, que inteligentemente deberían impactar en sus vidas.

Otra vez, corren las voces de que los recursos no alcanzan, o que algunas ligas se ven más beneficiadas que otras; también entre dirigentes se lanzan la responsabilidad de quien responde o no, si se hizo o no se hizo el trámite legal o si se cumplió el procedimiento administativo. La conclusión es la misma, vuelve un deportista a expresar su indignación por la falta de apoyo, o por lo menos la poca claridad y oportunidad para recibirlo.

La problemática es mayor, el caso expuesto por el luchador olímpico Andrés Rey, es solo uno entre tantos insatisfechos, y no solo lo están por el tema de los recursos económicos, también lo están por las tensas relaciones con entrenadores como sucede en natación, por la estreches de los escenarios deportivos como sucede con Rugby y en Subacuáticos, por las limitadas canchas de fútbol con que cuenta la liga de esta disciplina, por la inoperancia de ligas como la de Baloncesto, Voleibol y Patinaje entre otras; por la ausencia de escenarios como el de atletismo y hasta la invisibilización del Béisbol como alternativa deportiva.

No se trata de una Secretaría Departamental o un Presidente de liga, ni mucho menos un deportista que de forma admirable y valiente decide expresar su indignación. El asunto trasciende el plano de los meramente deportivo, de los estrictamente económico y hasta de lo exclusivamente competitivo.

Cuando nuestros deportistas traen orgullosamente sus medallas, de oro, plata o bronce, inmediatamente las inventariamos y exhibimos como grandes logros, y si que en verdad los son. Pero cuando observamos cómo otros departamentos atienden a sus deportistas y comparamos sus cuadros de medallería con los nuestros, no hay duda que nos llevan serias ventajas. Sin embargo, nuestros deportistas hacen los que les corresponde con su talento y decisión, pero las acciones estratégicas se quedan estrechas desde la parte dirigencial.

Entendemos que los recursos públicos son limitados y que estos también deben ser priorizados, pero existen acciones estratégicas para lograr que nuestros deportistas en formación y de competencia tengan mejores condiciones. Si como sociedad no garantizamos que existan mejores atractivos para el deportista, más difícil será el proceso de resocialización posterior. Corremos el riesgo de que nuestros talentos migren, como ya ha sucedido, y perdemos la posibilidad de incrementar el capital social que tanto necesitamos recuperar.

En definitiva hay que cambiar la cultura del deporte, antes de las medallas de oro, plata o bronce, los deportistas merecen condiciones que garanticen sus procesos de formación y permanencia competitiva. Más que cantidades, requerimos de calidades, y más que recursos económicos o de infraestructura necesitamos de decisiones Políticas que conduzcan a la dignificación por el deseo de ser deportista. Es la correspondencia mínimamente necesaria que el Estado debe tener con sus ciudadanos.

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